martes, 14 de diciembre de 2010
lunes, 13 de diciembre de 2010
UNIDAD I CULTURA EL ARTE NUESTRO DE CADA DÍA por SANTIAGO LEGARRE
El arte es indispensable y, sin embargo, está ausente en la vida cotidiana. Unas gotas diarias de arte pueden salvarnos del sopor y de la superficialidad, como un antídoto contra los muchos venenos que pululan por ahí.
Quien todos los días disfruta de una canción o dedica tiempo a una lectura aparentemente inútil (lo que Jane Austen llamaría "leer por curiosidad", para distinguirlo de "leer para informarse"); quien privilegia en sus decisiones el criterio estético ("es lindo; me gusta") sobre la consideración económica ("es útil; me sirve"); quien se toma un rato para ver una película italiana (en lugar de siempre "vivir corriendo" al ritmo de Hollywood): esa persona está inmunizada.
Cuando vengan los embates, que necesariamente vendrán, sobre todo, cuando venga el tedio, compañero inexorable de toda navegación sostenida (la navegación matrimonial, la navegación laboral; cualquier navegación que sea), entonces el arte será una especie de tabla de salvación, una inyección de alegría y juventud que alentará a continuar en el camino, a perseverar y llegar algún día a la meta siempre lejana.
Pero el arte es parecido, también, en cierto sentido, a la hostia cristiana consagrada: a algunos les parece insípido y poco interesante. Un pan dulce les resulta más apetecible que una hoja redonda sin levadura, y una revista, más atractiva que las dos mil páginas de Los miserables. La hostia y el arte requieren, los dos, algún tipo de fe, de apuesta, de confianza en la grandeza y el valor de aquello que los ojos no están en condiciones de ver.
La inyección de alegría y juventud a la que hice alusión es metafórica, distinta de otras inyecciones (y pastillas y sustancias) que tienen como fin lo imposible: perpetuar lo que podríamos llamar la adrenalina artística. Por poner un ejemplo, algunos se drogan para lograr el efecto de la música cuando el sonido ya no está.
Pero el gusto brindado por el arte consiste en la experiencia artística en sí misma, una experiencia que requiere cierto compromiso y esfuerzo. La droga se parece a la máquina de las experiencias que imaginó el filósofo Robert Nozick: sin hacer nada, supuestamente uno siente todo, gracias a la máquina. En el arte, una medida importante del gozo depende o bien de la propia ejecución de la obra o de la participación vicaria en ella.
La aspiración a una Arcadia permanente -una vida bohemia sin fin- es una ilusión falsa y destructiva. Sus profetas o están muertos (es decir, murieron en el altar del arte, mientras buscaban un imposible) o son incoherentes y, en última instancia, mentirosos: predican lo que no cumplen. Sobreviven ellos, mientras facilitan la muerte de los ingenuos que les creen.
La vida del verdadero artista profesional confirma esta posición. Es consciente de que buena parte de su acontecer es rutinario (tiene horarios); la dimensión pragmática está presente en su vida como en la de todas las personas (tiene que llenar la panera); él también hace algunas cosas que quisiera no hacer (tiene obligaciones), y sufre de a ratos, y a veces ratos largos, el aburrimiento ("Oh, Musa, ¿adónde te has fugado?").
El resto, los hombres comunes con un trabajo, cualquiera que fuere, somos responsables de conseguir, para alimentarnos, el arte nuestro de cada día. Cuando no es así, navegamos demasiado en el mar del tedio o salimos de él merced a una actividad incesante, tan banal como estéril. Más vale el arte.
© La Nacion
FICHAS UNIDAD I CULTURA Carta a un joven escritor por Arturo Pérez Reverte*
Pues sí, joven colega. Chico o chica. Recordé tus cartas escritas con amistad y respeto, el manuscrito inédito -quizá demasiado torpe o ingenuo, prematuro en todo caso- que me enviaste alguna vez. Recordé tu solicitud de consejo sobre cómo abordar la escritura. Cómo plantearte una novela seria. Tu justificada ambición de conseguir, algún día, que ese mundo complejo que tienes en la cabeza, hecho de libros leídos, de mirada inteligente, de imaginación y ensueños, se convierta en letra impresa y se multiplique en las vidas de otros, los lectores. Tus lectores.
Vaya por delante que no hay palabras mágicas. No hay truco que abra los escaparates de las librerías. Nada garantiza ver el fruto de tu esfuerzo, esa pasión donde te dejas la piel y la sangre, publicado algún día. Este mundo es así, y tales son las reglas. No hay otra receta que leer, escribir, corregir, tirar folios a la papelera y dedicarle horas, días, meses y años de trabajo duro -Oriana Fallacci me dijo en una ocasión que escribir mata más que las bombas-, sin que tampoco eso garantice nada. Escribir, publicar y que tus novelas sean leídas no depende sólo de eso. Cuenta el talento de cada cual. Y no todos lo tienen: no es lo mismo talento que vocación. Y el adiestramiento. Y la suerte. Hay magníficos escritores con mala suerte, y otros mediocres a quienes sonríe la fortuna. Los que publican en el momento adecuado, y los que no. También ésas son las reglas. Si no las asumes, no te metas. Recuerda algo: las prisas destruyeron a muchos escritores brillantes. Una novela prematura, incluso un éxito prematuro, pueden aniquilarte para siempre. Lo que distingue a un novelista es una mirada propia hacia el mundo y algo que contar sobre ello, así que procura vivir antes. No sólo en los libros o en la barra de un bar, sino afuera, en la vida. Espera a que ésta te deje huellas y cicatrices. A conocer las pasiones que mueven a los seres humanos, los salvan o los pierden. Escribe cuando tengas algo que contar. Tu juventud, tus estudios, tus amores tempranos, los conflictos con tus padres, no importan a nadie. Todos pasamos por ello alguna vez. Sabemos de qué va. Practica con eso, pero déjalo ahí. Sólo harás algo notable si eres un genio precoz, mas no corras el riesgo. Seguramente no es tu caso.
No seas ingenuo, pretencioso o imbécil: jamás escribas para otros escritores, ni sobre la imposibilidad de escribir una novela. Tampoco para los críticos de los suplementos literarios, ni para los amigos. Ni siquiera para un hipotético público futuro. Hazlo sólo si crees poder escribir el libro que a ti te gustaría leer y que nadie escribió nunca. Confía en tu talento, si lo tienes. Si dudas, empieza por reescribir los libros que amas; pero no imitando ni plagiando, sino a la luz de tu propia vida. Enriqueciéndolos con tu mirada original y única, si la tienes. En cualquier caso, no te enfades con quienes no aprecien tu trabajo; tal vez tus textos sean mediocres o poco originales. Esas también son las reglas. Decía Robert Louis Stevenson que hay una plaga de escritores prescindibles, empeñados en publicar cosas que no interesan a nadie, y encima pretenden que la gente los lea y pague por ello.
Otra cosa. No pidas consejos. Unos te dirán exactamente lo que creen que deseas escuchar; y a otros, los sinceros, los apartarás de tu lado. Esta carrera de fondo se hace en solitario. Si a ciertas alturas no eres capaz de juzgar tú mismo, mal camino llevas. A ese punto sólo llegarás de una forma: leyendo mucho, intensamente. No cualquier cosa, sino todo lo que necesitas. Con lápiz para tomar notas, estudiando trucos narrativos -los hay nobles e innobles-, personajes, ambientes, descripciones, estructura, lenguaje. Ve a ello, aunque seas el más arrogante, con rigurosa humildad profesional. Interroga las novelas de los grandes maestros, los clásicos que lo hicieron como nunca podrás hacerlo tú, y saquea en ellos cuanto necesites, sin complejos ni remordimientos. Desde Homero hasta hoy, todos lo hicieron unos con otros. Y los buenos libros están ahí para eso, a disposición del audaz: son legítimo botín de guerra.
Decía Harold Acton que el verdadero escritor se distingue del aficionado en que aquél está siempre dispuesto a aceptar cuanto mejore su obra, sacrificando el ego a su oficio, mientras que el aficionado se considera perfecto. Y la palabra oficio no es casual. Aunque pueda haber arte en ello, escribir es sobre todo una dura artesanía. Territorio hostil, agotador, donde la musa, la inspiración, el momento de gloria o como quieras llamarlo, no sirve de nada cuando llega, si es que lo hace, y no te encuentra.
Hablábamos de maestros: autores y obras que ningún joven que pretenda escribir novelas tiene excusa para ignorar. Ten presente, si es tu caso, un par de cosas fundamentales. Una, que en la antigüedad clásica casi todo estaba escrito ya. Echa un vistazo y comprobarás que los asuntos que iban a nutrir la literatura universal durante veintiocho siglos aparecen ya en La Ilíada y La Odisea -relato, éste, de una modernidad asombrosa- y en la tragedia, la comedia y la poesía griegas. De ese modo, quizá te sorprenda averiguar que el primer relato policíaco, con un investigador -el astuto Ulises- buscando huellas en la arena, figura en el primer acto de la tragedia Ayax de Sófocles.
Un detalle importante: escribes en español. Quienes lo hacen en otras lenguas son muy respetables, por supuesto; pero cada cual tendrá en la suya, supongo, quien le escriba cartas como ésta. Yo me refiero a ti y a nuestro común idioma castellano. Que tiene, por cierto, la ventaja de contar hoy, entre España y América, con 450 millones de lectores potenciales; gente que puede acceder a tus libros sin necesidad de traducción previa. Pero atención. Esa lengua castellana o española, y los conceptos que expresa, forman parte de un complejo entramado que, en términos generales y con la puesta al día pertinente, podríamos seguir llamando cultura occidental: un mundo que el mestizaje global de hoy no anula, sino que transforma y enriquece. Tú procedes de él, y la mayor parte de tus lectores primarios o inmediatos, también. Es el territorio común, y eso te exige manejar con soltura la parte profesional del oficio: las herramientas específicas, forjadas por el tiempo y el uso, para moverte en ese territorio. Aunque algunos tontos y fatuos lo digan, nadie crea desde la orfandad cultural. Desde la nada. Algunas de esas herramientas son ideas, o cosas así. Para dominarlas debes poseer las bases de una cultura, la tuya, que nace de Grecia y Roma, la latinidad medieval y el contacto con el islam, el Renacimiento, la Ilustración, los derechos del hombre y las grandes revoluciones. Todo eso hay que leerlo, o conocerlo, al menos. En los clásicos griegos y latinos, en la Biblia y el Corán , comprenderás los fundamentos y los límites del mundo que te hizo. Familiarízate con Homero, Virgilio, los autores teatrales, poetas e historiadores antiguos. También con La Divina Comedia de Dante, los Ensayos de Montaigne y el teatro completo de Shakespeare. Te sorprenderá la cantidad de asuntos literarios y recursos expresivos que inspiran sus textos. Lo útiles que pueden llegar a ser.
La principal herramienta es el lenguaje. Olvida la funesta palabra estilo, burladero de vacíos charlatanes, y céntrate en que tu lenguaje sea limpio y eficaz. No hay mejor estilo que ése. Y, como herramienta que es, sácale filo en piedras de amolar adecuadas. Si te propones escribir en español, tu osadía sería desmesurada si no te ejercitaras en los clásicos fundamentales de los siglos XVI y XVII: Quevedo, el teatro de Lope y Calderón, la poesía, la novela picaresca, llenarán tus bolsillos de palabras adecuadas y recursos expresivos, enriquecerán tu vocabulario y te darán confianza, atrevimiento. Y una recomendación: cuando leas El Quijote no busques una simple narración. Estúdialo despacio, fijándote bien, comparándolo con lo que en ese momento se escribía en el mundo. Busca al autor detrás de cada frase, siente los codazos risueños y cómplices que te da, y comprenderás por qué un texto escrito a principios del siglo XVII sigue siendo tan moderno y universalmente admirado todavía. Termina de filtrar ese lenguaje con la limpieza de Moratín, el arrebato de Espronceda, la melancólica sobriedad de Machado, el coraje de Miguel Hernández, la perfección de Pablo Neruda. Pero recuerda que una novela es, sobre todo, una historia que contar. Una trama y una estructura donde proyectar una mirada sobre uno mismo y sobre el mundo. Y eso no se improvisa. Para controlar este aspecto debes conocer a los grandes novelistas del siglo XIX y principios del XX, allí donde cuajó el arte. Lee a Stendhal, Balzac, Flaubert, Dostoievski, Tolstoi, Dickens, Dumas, Hugo, Conrad y Mann, por lo menos. Como escritor en español que eres, añade sin complejos La regenta de Clarín, las novelas de Galdós, Baroja y Valle Inclán. De ahí en adelante lee lo que quieras según gustos y afinidades, maneja diccionarios y patea librerías. Sitúate en tu tiempo y tu propia obra. Y no dejes que te engañen: Agatha Christie escribió una obra maestra, El asesinato de Rogelio Ackroyd , tan digna en su género como Crimen y castigo en el suyo. Un novelista sólo es bueno si cuenta bien una buena historia. Escribe eso en la dedicatoria cuando me firmes un libro tú a mí.
© LA NACION
*El autor, escritor, es miembro de la Real Academia Española. Su último libro es El asedio
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UNIDAD I FICHAS CONCEPTO DE HISTORIA
LOS RIESGOS DE UNA MEMORIA INCOMPLETA por Tzvetan Todorov
"La memoria colectiva es subjetiva: refleja las vivencias de uno de los grupos constitutivos de la sociedad; por eso puede ser utilizada por ese grupo como un medio para adquirir o reforzar una posición política. Por su parte, la Historia no se hace con un objetivo político (o si no, es una mala Historia), sino con la verdad y la justicia como únicos imperativos. Aspira a la objetividad y establece los hechos con precisión; para los juicios que formula, se basa en la intersubjetividad, en otras palabras, intenta tener en cuenta la pluralidad de puntos de vista que se expresan en el seno de una sociedad.
La Historia nos ayuda a salir de la ilusión maniquea en la que a menudo nos encierra la memoria: la división de la humanidad en dos compartimentos estancos, buenos y malos, víctimas y verdugos, inocentes y culpables. Si no conseguimos acceder a la Historia, ¿cómo podría verse coronado por el éxito el llamamiento al "¡Nunca más!"? Cuando uno atribuye todos los errores a los otros y se cree irreprochable, está preparando el retorno de la violencia, revestida de un vocabulario nuevo, adaptada a unas circunstancias inéditas. Comprender al enemigo quiere decir también descubrir en qué nos parecemos a él. No hay que olvidar que la inmensa mayoría de los crímenes colectivos fueron cometidos en nombre del bien, la justicia y la felicidad para todos. Las causas nobles no disculpan los actos innobles."
Publicado en la edición impresa del diario La Nación el 8/12/2010
"La memoria colectiva es subjetiva: refleja las vivencias de uno de los grupos constitutivos de la sociedad; por eso puede ser utilizada por ese grupo como un medio para adquirir o reforzar una posición política. Por su parte, la Historia no se hace con un objetivo político (o si no, es una mala Historia), sino con la verdad y la justicia como únicos imperativos. Aspira a la objetividad y establece los hechos con precisión; para los juicios que formula, se basa en la intersubjetividad, en otras palabras, intenta tener en cuenta la pluralidad de puntos de vista que se expresan en el seno de una sociedad.
La Historia nos ayuda a salir de la ilusión maniquea en la que a menudo nos encierra la memoria: la división de la humanidad en dos compartimentos estancos, buenos y malos, víctimas y verdugos, inocentes y culpables. Si no conseguimos acceder a la Historia, ¿cómo podría verse coronado por el éxito el llamamiento al "¡Nunca más!"? Cuando uno atribuye todos los errores a los otros y se cree irreprochable, está preparando el retorno de la violencia, revestida de un vocabulario nuevo, adaptada a unas circunstancias inéditas. Comprender al enemigo quiere decir también descubrir en qué nos parecemos a él. No hay que olvidar que la inmensa mayoría de los crímenes colectivos fueron cometidos en nombre del bien, la justicia y la felicidad para todos. Las causas nobles no disculpan los actos innobles."
Publicado en la edición impresa del diario La Nación el 8/12/2010
LEER CON LUZ DE LA LUNA por ARTURO PÉREZ REVERTE
El autor, español, es periodista, escritor y miembro de la Real Academia Española
Hace tiempo que me preguntan por el libro electrónico. Qué opino y cómo veo el futuro, la desaparición del papel, los formatos clásicos y demás. Siempre respondo lo mismo: me da igual, porque yo escribo lo que va dentro. Mi trabajo es ocuparme del contenido: contar historias y que la gente las lea. Del soporte se ocupan otros. Editores y gente así. Y, por supuesto, los lectores, que recurren al medio que estiman conveniente. Estoy convencido de que, en un mundo razonable, la oposición entre libro de papel y libro electrónico no debería plantearse nunca. Lo ideal es que el segundo complemente al primero, llevándolo donde aquél no puede llegar. Como herramienta eficaz de trabajo, por ejemplo. O facilitando el acceso a asuntos menos afortunados en librerías convencionales: teatro, poesía, autores sin respaldo editorial, literatura bloguera, descargas y otros experimentos interesantes que el concepto clásico no favorece demasiado. Pero no es eso lo que se plantea. Al hablar de libro de papel y libro electrónico, lo usual es oponerlos. Obligarte a elegir, como siempre. O conmigo o contra mí. Y no es ésa la cuestión. Creo. El libro electrónico es práctico y divertido. Hace posible viajar con cientos de libros encima, trabajar consultándolos con facilidad, aumentar el cuerpo de letra o leer sin otra luz que la propia pantalla. Incluso los hay con ruido de pasar páginas cuando se va de una a otra, "lo que no deja de ser una simpática gilipollez".
Además, mientras lees puedes zapear a tu correo electrónico, escuchar música, ver imágenes y cosas así. Todo muy salpicadito, multimedia. Cuando lees, por ejemplo, "Tienen, por eso no lloran / de plomo las calaveras", puedes ilustrarlo con la foto de guardias civiles que hizo Robert Capa, escuchar a Estopa, ver cómo va el Barça-Osasuna y mandar un emilio a tu churri anunciando que le vas a sorber el tuétano. Y ahí surge uno de los problemas. No con la churri, ni con García Lorca. Ni siquiera con la Guardia Civil. Surge cuando, en vez del Romancero gitano, lo que trajinas es el Oráculo manual y arte de prudencia, de Gracián; Lord Jim o La Regenta. Entonces la atención necesaria se puede desparramar un poquito. Entre otras cosas. Porque leer no tiene nada que ver con eso. Me refiero a leer de verdad, en comunión estrecha con algo que educa tu espíritu, que te hace mejor y consciente de ti mismo. Que aporta lucidez, multiplica vidas, consuela del dolor, la soledad y el desamparo, aclara la compleja y turbia condición humana. Leer así requiere tiempo, serenidad concentrada, ritual. Cuando estás en ello, ni siquiera las bombas son capaces de romper el vínculo mágico. No hay comandante de avión que obligue a apagarlo para el aterrizaje, ni batería que te deje a medias; y si se funden los plomos, o como se diga ahora, el verdadero lector es capaz de seguir haciéndolo a la luz de una vela, de un encendedor, o a la luz de la luna llena reflejada en la arena de un desierto. Puestos a setas o a Rolex, aún hay más. He dicho que libro de papel y libro electrónico deberían ser complementarios; pero si me obligan a elegir, diré alto y claro que no hay color. Y que, llegado a ese extremo, la pantalla portátil me la refafinfla.
Estoy harto de toparme con pantallas en todas partes, hasta en el bolsillo, y me niego a transformar mi biblioteca en un cibercafé. Con un libro electrónico, sea El Gatopardo o El perro de los Baskerville, no puedo anotar en sus márgenes, subrayar a lápiz, sobarlo con el uso, hacerlo envejecer a mi lado y entre mis manos, al ritmo de mi propia vida. No hay cuestas de Moyano, ni buquinistas del Sena, ni librerías como las de Luis Bardón, Guillermo Blázquez o Michele Polak, donde los libros electrónicos puedan ocupar sus venerables estantes y cajones. Nada decora como un buen y viejo libro una casa, o una vida. Ninguna pantalla táctil huele como un Tofiño, un Laborde o un Quijote de la Academia, ni tampoco como un Tintín, un Astérix o un Corto Maltés al abrirlos por primera vez. Ninguna conserva la arena de la playa o la mancha de sangre que permiten evocar, años después, un momento de felicidad o un momento de horror que jalonaron tu vida. Y déjenme añadir algo. Si los libros de papel, bolsillo incluido, han de acabar siendo patrimonio exclusivo de una casta lectora mal vista por elitista y bibliófila, reivindico sin complejos el privilegio de pertenecer a ella. Que se mueran los feos. Y los tontos. Tengo casi 30 mil libros en casa; suficientes para resistir hasta la última bala. Quien crea que esa trinchera extraordinaria, su confortable compañía, la felicidad inmensa de acariciar lomos de piel o cartoné y hojear páginas de papel pueden sustituirse por un chisme de plástico con un millón de libros electrónicos dentro, no tiene ni puta idea. Ni de qué es un lector, ni de qué es un libro.
Domingo 12 de diciembre de 2010 publicado en la edición impresa
revista@lanacion.com.ar
martes, 7 de diciembre de 2010
PROGRAMA DE HISTORIA DE LA CULTURA
UNIVERSIDAD CATÓLICA ARGENTINA
FACULTAD DE DERECHO
PROGRAMA
CARRERA: ABOGACÍA AÑO: 1º
MATERIA: HISTORIA DE LA CULTURA CURSO: 2010
PROFESOR: Alejandro A. Domínguez Benavides TURNO: T M
CARGA HORARIA: 3 hs.
a) OBJETIVOS
Que el alumno logre:
- Ubicar en el tiempo y el espacio los acontecimientos culturales propios de las cosmovisiones analizar durante el semestre.
- Comprender y explicar los grandes procesos políticos, religiosos, filosóficos, literarios, artísticos y económicos de la historia.
- Reconocer los fundamentos de las raíces cristianas de nuestra cultura.
- Utilizar la bibliografía con una mirada hermenéutica que permita recrear la Historia de la humanidad desde bases y criterios adecuados al perfil del alumno universitario.
- Afianzar el espíritu reflexivo y crítico a partir del análisis de los hechos y pensamiento humanos a lo largo del tiempo.
b) CONTENIDOS
UNIDAD I
1. Concepto de historia. El sujeto de la historia. Hechos e ideas. Espacio y tiempo.
2. Historia y cultura. La cosmovisión. La finalidad.
3. Historia de la cultura e historia de la salvación.
UNIDAD II
1. El mundo pre-helénico: desde el origen del hombre hasta los Imperios fluviales del Cercano y Lejano Oriente.
2. El mundo helénico (s. XVIII-IV a. J.C.). Período Arcaico: Creta y Micenas.
3. Formación y Desarrollo de la polis. Apogeo de la cultura helénica. La cosmovisión del heleno. Desintegración del mundo helénico. La reacción de los filósofos
4. Alejandro Magno y el mundo helenístico. (s. IV-I a. J.C.).
5. Filosofía, literatura y arte.
UNIDAD III
1. El mundo romano (s. VIII- I a J.C.). Sus orígenes y la fundación de Roma. La cosmovisión del romano.
2. Los fundamentos político – institucionales de la Res-publica. Expansión y consolidación. El proceso de helenización y romanización. La crisis de la República.
3. La pax augustea.
UNIDAD IV
1. Las raíces judías del cristianismo (s. XVIII-I a J.C.
2. Jesús y su tiempo.
3. De la Romanidad a la Cristiandad (s. I a J.C. al IV). Edictos de Milán (313) y de Tesalónica (380). Sus consecuencias.
4. El legado romano-cristiano: política, derecho y religión.
UNIDAD V
1. La cristiandad feudal (s. V-X.).
2. La romanización y cristianización de los bárbaros y los reinos romano-germánicos (s. V-X). La legislación romano-germánica. El monacato. El arte románico.
3. El Imperio romano de Oriente.
4. El Islam (s. VII).
5. La sociedad feudal.
6. Carlomagno y el “renacimiento cultural”.
UNIDAD VI
1. La cristiandad urbana (s. X-XIV)
2. La reforma cluniacense y la querella de las investiduras (s. IV).
3. El sitio y la expansión de la Cristiandad: las Cruzadas.
4. El renacimiento comercial y urbano.
5. El arte gótico.
6. El siglo de las agremiaciones. La Universidad.
7. La crisis del siglo XIV.
8. La cosmovisión del hombre medieval.
UNIDAD VII
1. La Cristiandad europea. (s. XIV-XVII)
2. Las monarquías dinásticas.
3. El surgimiento del capitalismo.
4. El humanismo. El Renacimiento en la península itálica.
5. La crisis religiosa de la Cristiandad: luteranismo, calvinismo y anglicanismo (s.XVI).
UNIDAD VIII
1. El siglo de la hegemonía hispánica (s. XVI) Los Reyes Católicos, Carlos I y Felipe II (s. XV-XVII).
2. El siglo de oro español.
3. La reforma católica y el concilio de Trento (1545-1653).
4. El Barroco.
5. La guerra de los treinta años y la ruptura de la Cristiandad (1618-1648). Westfalia.
UNIDAD IX
1. El siglo de la hegemonía francesa (s. XVII).
2. La cultura en “el siglo de Luis XIV” y la mentalidad burguesa.
3. El surgimiento de las “nuevas ideas”. Descartes y el racionalismo.
UNIDAD X
1. El siglo de las Luces (s. XVII-XVIII) El ideario iluminista y su expansión.
2. Antecedentes de 1648 y la Revolución inglesa de 1688.
3. La independencia de las colonias británicas de América del Norte (1776).
4. La Revolución Francesa (1789).
5. Napoleón (1799-1915).
UNIDAD XI
1. El siglo XIX.
2. La Restauración
3. Las etapas de la revolución industrial: el pensamiento científico y la sociedad liberal-capitalista.
4. La reacción romántica (nacionalismos y socialismos).
5. Las revoluciones burguesas (1830-48).
6. La Unidad Italiana y los Estados Pontificios.
7. León XIII: la cuestión social, la Encíclica Rerum Novarum.
8. La era victoriana y la hegemonía británica.
9. La “belle epoque”.
UNIDAD XII
1. El siglo XX.
2. La primera guerra mundial (1914-1918).
3. La revolución rusa.
4. El crack del 29.
5. Totalitarismos (El Comunismo, Fascismos y Nazismo).
6. La segunda guerra mundial (1939-1945).
c) BIBLIOGRAFÍA
BIBLIOGRAFÍA PRINCIPAL
HUBEÑAK, F; GÓMEZ DE ASO, G;
SANTIAGO DE CAMUSSO, E, Historia integral de Occidente, Bs.As, EDUCA, 2006.
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JOHNSON, Paul. Creadores de Chuacer y Durero a Picasso y Disney. Buenos Aires,
Vergara, 2007.
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PALOMEQUE Torres, Antonio. Historia universal. ( cultural y política). Barcelona, Bosch, 1962, 2 v.
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d) BIBLIOGRAFÍA
BIBLIOGRAFÍA ESPECIAL
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SUAREZ, Federico. La historia y el método de investigación histórica. Madrid, Ediciones Rialp
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UNIDAD II
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GRIMAL, Pierre. El siglo de Augusto. Bs. As., EUDEBA, 1960.
HUBEÑAK, Florencio Roma. El mito político. Bs.As. Ciudad Argentina, 1997
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JOVER, José María. Carlos V y los españoles. Madrid, Ediciones Rialp, 1987.
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SUÀREZ FERNÁNDEZ, Luis. Los Reyes Católicos: La expansión de la Fe. Madrid, Ediciones Rialp, 1990.
UNIDAD IX
CARDONA, Carlos René Descartes: Discurso del Método, Madrid, Editorial Magisterio
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DAGANZO, Gloria y La Corte del lujo: Luis XIV y la grandeur. La era de la sofisticación
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FUMAROLI, Marc Las abejas y las arañas: La Querella de los Antiguos y los Modernos.
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VALERY, Paul Descartes, por detrás, Buenos Aires, Losada, 2005.
UNIDAD X
BADINTER, Élisabeth. Las pasiones intelectuales I. Deseos de gloria (1735-1751)
Buenos Aires, F.C.E., 2007
CORAZÓN GONZÁLEZ, Rafael. El pesimismo ilustrado. Madrid, Ediciones Rialp, 2009.
DOMINGUEZ ORTIZ, Antonio Carlos III y la España de la Ilustración. Madrid, 2005. Editorial
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FUMAROLI, Marc Las abejas y las arañas: La Querella de los Antiguos y los Modernos.
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GINZO, Arsenio. La Ilustración Francesa. Entre Voltaire y Rousseau, Editorial Cincel
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HEYDEN-RYNSCH, Verena von der Los salones europeos: las cimas de una cultura femenina desaparecida.
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LLORCA, Cármen. Napoleón. Madrid, Biblioteca básica de historia, 2004.
VAN KLEY, Dale K. Los orígenes religiosos de la revolución francesa, Madrid, Editorial
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UNIDAD XI
FUMAROLI, Marc. El Estado Cultural (ensayo sobre una religión moderna).
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GELLNER, Ernest. Naciones y Nacionalismo. Bs.As., Alianza Editorial 1994.
IBAÑEZ LANGLOIS, José M El marxismo: Visión crítica. Madrid, Editorial Rialp, 1973.
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ORLANDIS, José El Pontificado Romano en la Historia. Ediciones Palabra, Madrid 2003.
SAFRANSKI, Rüdiger. Schiller o la invención del idealismo alemán. Tusquets Editores, Barcelona,
2006.
SAFRANSKI, Rüdiger. Romanticismo Una Odisea del espíritu alemán Tusquets Editores, Barcelona,
2009.
SALA ROSE, Rosa. El misterioso caso alemán Un intento de comprender a Alemania a
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UNIDAD XII
BUCHRUCKER, Cristian El Fascismo en el siglo XX –Una historia comparada-. Emecé,
Buenos Aires, 2008.
e) BIBLIOGRAFÍA
POR UNIDADES
UNIDAD I
HUBEÑAK, F; GÓMEZ DE ASO, G;
SANTIAGO DE CAMUSSO, E, Historia integral de Occidente, Bs.As, EDUCA, 2006.
UNIDAD II
HUBEÑAK, F; GÓMEZ DE ASO, G;
SANTIAGO DE CAMUSSO, E, Historia integral de Occidente, Bs.As, EDUCA, 2006.
UNIDAD III
HUBEÑAK, F; GÓMEZ DE ASO, G;
SANTIAGO DE CAMUSSO, E, Historia integral de Occidente, Bs.As, EDUCA, 2006.
UNIDAD IV
HUBEÑAK, F; GÓMEZ DE ASO, G;
SANTIAGO DE CAMUSSO, E, Historia integral de Occidente, Bs.As, EDUCA, 2006.
UNIDAD V
HUBEÑAK, F; GÓMEZ DE ASO, G;
SANTIAGO DE CAMUSSO, E, Historia integral de Occidente, Bs.As, EDUCA, 2006.
UNIDAD VI
HUBEÑAK, F; GÓMEZ DE ASO, G;
SANTIAGO DE CAMUSSO, E, Historia integral de Occidente, Bs.As, EDUCA, 2006.
UNIDAD VII
HUBEÑAK, F; GÓMEZ DE ASO, G;
SANTIAGO DE CAMUSSO, E, Historia integral de Occidente, Bs.As, EDUCA, 2006.
UNIDAD VIII
HUBEÑAK, F; GÓMEZ DE ASO, G;
SANTIAGO DE CAMUSSO, E, Historia integral de Occidente, Bs.As, EDUCA, 2006.
UNIDAD IX
HUBEÑAK, F; GÓMEZ DE ASO, G;
SANTIAGO DE CAMUSSO, E, Historia integral de Occidente, Bs.As, EDUCA, 2006.
UNIDAD X
HUBEÑAK, F; GÓMEZ DE ASO, G;
SANTIAGO DE CAMUSSO, E, Historia integral de Occidente, Bs.As, EDUCA, 2006.
VENTURA, Eduardo punto 4 estudiar por Sobre hechos e ideas políticas p.287-304 y 327-332
UNIDAD XI
HUBEÑAK, F; GÓMEZ DE ASO, G;
SANTIAGO DE CAMUSSO, E, Historia integral de Occidente, Bs.As, EDUCA, 2006.
UNIDAD XII
HUBEÑAK, F; GÓMEZ DE ASO, G;
SANTIAGO DE CAMUSSO, E, Historia integral de Occidente, Bs.As, EDUCA, 2006.
VENTURA, Eduardo puntos 3 y 5 estudiar por Sobre hechos e ideas políticas p.419-504.
MÉTODOS DE EVALUACIÓN
Evaluaciones Parciales.
Evaluación Final.
Trabajos prácticos
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