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miércoles, 7 de septiembre de 2011

LA LIGA ÁTICA Y EL IMPERIALISMO ATENIENSE por Elena Gallardo Paúls


http://www.eolapaz.es/domo-historia/2ant-peloponeso.htm

La verdadera herencia de las Guerras Médicas fue el surgimiento del dualismo espartano-ateniense, que marcó la historia política y militar del s.V con la coexistencia entre Esparta, primera potencia terrestre y líder de la Liga del Peloponeso, y Atenas, creadora de una talasocracia sin rival en el Egeo.
La época de las tiranías evidenció la necesidad de la intervención de polis fuertes militarmente como Esparta para recomponer el orden. Aunque esta ciudad no conoció regímenes tiránicos, estuvo siempre amenazada interiormente por los grupos sometidos de su sistema, los ilotas, por lo que era la primera interesada en contar con el apoyo militar exterior. A finales del s. VI estrechó relaciones con las polis cercanas a su territorio (Corinto, Mégara) y se formó un grupo de ciudades con intereses mutuos y de hegemonía espartana, que se denominó la Liga del Peloponeso. Esparta concertó con cada estado miembro un tratado multilateral que estipuló los derechos y obligaciones de los coligados.
Todas las polis habían intervenido de alguna manera en las Guerras Médicas y el miedo a nuevos ataques persas dio lugar a la conformación de una agrupación de ciudades denominada Liga Helénica (481). Esta liga estuvo comandada por ESPARTA.
Paralelamente, en el invierno de 478, algunas polis griegas firmaron con Atenas un pacto de alianza con el compromiso de continuar la lucha contra el persa hasta la liberación de las ciudades griegas en todas las costas del Egeo y los estrechos hasta el Bósforo. La hegemonía fue otorgada a ATENAS, superior por su flota, y los coligados debían contribuir a esta guerra en el mar según sus posibilidades y preferencias: aportando trirremes con tripulaciones o satisfaciendo un impuesto a la caja de la guerra. Se escogió el santuario de Apolo, en la isla de Delos, como sede del consejo de esta Liga, depósito del tesoro y emblema religioso de la nueva entente. Nacía así la Liga Delo-Ática, institución que suponía la cristalización del nuevo espíritu panhelénico despertado por las Guerras Médicas, en la que los estados pertenecientes fueron declarados iguales. Esparta permaneció al margen, y sus aliados la imitaron.
El nacimiento de la Liga de Delos y la ya existente Liga del Peloponeso, hicieron que la Liga Helénica no tuviera ningún efecto, porque Grecia se había dividido entre la Liga del Peloponeso y la Liga de Delos, o, lo que es lo mismo, entre aliados de Esparta y de Atenas, que tenían dos formas totalmente diferentes de entender la vida y la guerra.


LA LIGA ATICO-DELICA
La isla de Delos se convirtió en la sede donde se reunían los representantes de todos las polis aliadas. Todos los estados, incluido Atenas, emitían un único voto por representante y todos tenían un solo representante, pese a lo que Atenas se hizo con el poder absoluto de la Liga al controlar el voto de numerosos estados pequeños que, por miedo o por afinidad política, seguían los dictados atenienses. Todos los miembros debían contribuir con tropas al ejército de la Liga, contemplándose la posibilidad de aportar dinero (phoros) al Tesoro de la Liga en caso de no poder contribuir con soldados. Los gastos se repartían de forma equitativa. El tesoro de la Liga, que llegó a ser inmenso, se puso bajo la custodia del templo de Apolo de Delos.
La Liga se constituyó como una alianza a perpetuidad con el objeto de luchar unidos ante enemigos comunes; pero en ningún momento se estipularon los derechos y condiciones bajo los que una polis en concreto podía abandonar la alianza. Atenas, como cabeza indiscutible de la Liga, se aprovechó de este vacío legal para castigar todo intento de sedición.
En el 470 a.C., superado el peligro persa y ante el cada vez más evidente aprovechamiento de la Liga para el beneficio ateniense, Naxos abandonó la alianza. Atenas no podía consentir semejante acción, por lo que se procedió a reincorporar a Naxos por la fuerza. Esto dio el poder absoluto a Atenas y creó una nueva categoría de asociados, los estados sometidos, cuyo número creció incesantemente.
En el año 464 a.C. Esparta, tras los desastres de un terremoto y una sublevación general de los ilotas y mesenios, se vio obligada a pedir ayuda a Atenas. Cimón y 4.000 hoplitas atenienses acudieron, pero una vez que pasó el peligro, los espartanos expulsaron a los atenienses, lo que supuso la ruptura de relaciones. El desaire espartano también tuvo como consecuencia el ostracismo de Cimón y que el partido democrático se hiciera con el poder.
El nuevo jefe de la política ateniense era Efialtes (462 a.C.), que puso en marcha un proceso reformador tendente a desplazar al Areópago como tradicional fuente de poder. Fue asesinado en el 461 a.C., pero Pericles tomó el relevo y llevó la política reformadora hacia lo que después se dio en llamar democracia radical. Pericles (arconte desde 461) hizo de Atenas la primera y más importante ciudad griega y consiguió la total hegemonía sobre las demás ciudades de la Liga de Delos. Era el comienzo de un imperio sometido a Atenas que era quien dirigía la armada, la marina y la diplomacia y que quiso además establecer en las ciudades su propio régimen político.
Atenas llevó a cabo una política continental tendente a reforzar su posición sobre Esparta; para ello, y aprovechando la debilidad de Esparta como consecuencia de la sublevación ilota, intentó atraerse la fidelidad de los aliados espartanos: logró la adhesión de Argos, Mégara y Tesalia. Tal crecimiento del poder ateniense molestó a Esparta, pero su situación interna le impedía hacer frente al poderoso enemigo.
Las defeccciones de generalizaron y los impagos de tributo se hicieron frecuentes, pero Atenas empezaba, a pesar de sus victorias, a dar síntomas de agotamiento. Por ello, hacia el 454 a.C. firmó una tregua por cinco años con Esparta. Posteriormente, hacia el 449-448 a.C. firmó la paz con Persia mediante el misterioso tratado de Calias, (del cual se duda incluso si llegó a existir). La paz con Esparta no llegó a cumplirse y los conflictos prosiguieron. Tras años de guerras y enfrentamientos, la Paz de los Treinta Años (446) fijó las fronteras entre Atenas y Esparta, así como sus respectivas áreas de influencia. Las pocas polis que no perteneciesen a ninguna de las dos ligas, es decir, las neutrales, podían adherirse libremente a cualquiera de ellas o permanecer independientes.
DE LA LIGA AL IMPERIO.
La transformación de una alianza interestatal encabezada por Atenas, pero en la que todos los países conservaban su independencia, a un imperio ateniense fue un proceso lento. Desde un primer momento Atenas encabezó la Liga de Delos, pero el resto de las polis se beneficiaban de una formidable maquinaria bélica que les mantenía a salvo de los persas, cuya dominación era mucho más odiada que la de los atenienses.
En la evolución de la Liga en Imperio hubo dos hitos importantes:
-en 454 a.C., alegando motivos de seguridad tras la derrota en Egipto, los atenienses se adueñaron del Tesoro de la Liga y lo transportaron a Atenas; la Acrópolis sustituyó como santuario al tradicional de Apolo en Delos. Ideológicamente, Pericles lo justificó diciendo que Atenas tenía que ser el centro porque ya había librado a los griegos del peligro persa;
-en 449 se firmó el Tratado de Calias de paz con Persia, por el cual la Liga perdía todo su sentido. No obstante, la Liga permaneció viva debido al empeño de Atenas, que veía en ella el mejor vehículo para extender su poder por Grecia.
Para afianzar su dominio sobre la Liga Atenas recurrió a la fuerza de su escuadra, que atacaba cualquier polis que intentara abandonar la Liga.
Por otro lado, Atenas hizo un próspero proselitismo a favor del establecimiento de instituciones en todos sus aliados, que en algunas ocasiones llegó incluso a la imposición forzosa de asambleas ciudadanas o al derrocamiento de gobiernos autoritarios. Atenas dotó a algunos de sus aliados con guarniciones militares atenienses, cleruquías, en teoría en beneficio de su seguridad, pero en la práctica como método de control; del mismo modo, enviaron comisarios que vigilaban que se cumpliesen lo ordenado. Creó la proxenia, institución por la cual un ciudadano de un Estado aliado, al servicio de Atenas, se encargaba de defender y hacer respetar los intereses de Atenas en esa ciudad.
La Liga, una vez convertida en un utensilio al servicio de Atenas, adquirió un gran papel económico. La fuerza principal de la Liga, y el objeto que en última instancia mantenía su integridad, era la impresionante flota, que acabó por constituirse en el mejor medio para poner fin a la piratería en el Mediterráneo oriental y facilitar la prosperidad del comercio de todos los miembros de la Liga. Para muchos miembros de la Liga, esta seguridad y los beneficios comerciales de ella derivados no compensaban la pérdida de su independencia ni el pago del tributo a la Liga (phoros), lo cual explicaría la multitud de sublevaciones que se desarrollaron en su seno.
Al constituirse la Liga se estipuló el phoros como medio de compensar la no prestación de ayuda militar por parte de algunos aliados. Reunidos todos los fondos de la Liga y tras hacer frente a los diversos gastos de defensa, el dinero sobrante se ingresaba en el Tesoro de la Liga. La gran beneficiada del uso del Tesoro era invariablemente Atenas, ya fuese directamente o bien por medios indirectos como la contratación de su mano de obra para las diferentes obras sufragadas a costa de los ingresos de la Liga. Un paso muy significativo de la influencia de Atenas sobre sus aliados se dio hacia el 449-448 a.C. y consistió en la unificación de moneda, pesos y medidas de todos los miembros de la Liga según los establecidos en el Ática.
En el 431 a.C. el imperialismo ateniense, en su momento de mayor apogeo, chocó frontalmente con los intereses de Esparta y, sobre todo, Corinto. Dicho enfrentamiento, que se extendió de forma intermitente hasta el 404 a.C., ha pasado a la Historia con el nombre de la Guerra del Peloponeso. Al final de la Guerra del Peloponeso todos los contrincantes se encontraban exhaustos, pero la gran derrotada fue Atenas, la cual firmó la paz a costa de renunciar a su Imperio, a las fortificaciones de la ciudad y a su flota, la fuente de su poder. La hegemonía pasaba ahora a Esparta, la gran triunfadora del conflicto.

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