ABC, Spain 20/08/2014 65 ÁNGEL
GÓMEZ FUENTES CORRESPONSAL EN ROMA
Fue el primer emperador
romano, uno de los más grandes estadistas de todos los tiempos, un hombre
de paz que cambió la Historia y marcó también a Hispania. Italia celebró
ayer los dos mil años de la muerte de Cayo Julio César Octaviano Augusto,
nombre éste último por el que es conocido. Fue adoptado como hijo
por su tío abuelo Julio César y se convirtió en el emperador con el reinado
más largo de la historia: gobernó 41 años (27 a. C.–14 d. C), sentando
las bases del imperio romano que dominó el mundo en los primeros siglos
después de Cristo. Pero ha sido una celebración con una gran polémica
suscitada en los principales periódicos, muy críticos con Roma y la
Administración porque han perdido una gran ocasión para una gran celebración.
Así, «La Stampa» afirma
en un titular en su primera página: «Roma y Augusto, una lamentable
celebración», destacando que en cualquier otra capital se habría aprovechado
la efeméride con un montaje cultural extraordinario. Proporcionalmente,
ha habido más sensibilidad en celebrar el bimilenario en otras ciudades
fundadas por él, como Zaragoza (en latín Caesaraugusta), Mérida
(Augusta Emerita), o Tarragona, desde donde dirigió las campañas
militares contra los cántabros y astures, hasta su conquista definitiva
en el año 19 a.C. También fundó Elche, Écija, Martos y Guadix.
Amargura y vergüenza
Roma se propuso en 2006
rehabilitar el mausoleo de Augusto, situado en el centro de Roma,
con un presupuesto de 20 millones de euros. Han pasado ocho años y, desgraciadamente,
el mausoleo sigue cerrado, abandonado y se confía en que el año próximo
puedan llevarse a cabo los trabajos de rehabilitación. El «Corriere
della Sera» habla de «amargura y vergüenza de los romanos frente a semejante
derrota»: el mausoleo sigue cubierto de malezas y alrededor solo
había basura, limpiada el mismo lunes, en la víspera de la celebración.
Pocos han sido los actos
conmemorativos. Solo se han permitido unas visitas guiadas al mausoleo,
mientras de forma excepcional permanecía abierto e iluminado hasta
medianoche el Ara Pacis, el monumento símbolo de su imperio, construido
en honor del emperador tras sus campañas en Hispania y en Gallia, y para
celebrar la Paz romana o Pax Augusta.
La explicación de la pobreza
de esta celebración es que la inversión en cultura ha desaparecido
prácticamente en Italia, un país que ha tenido cinco ministros de Bienes
Culturales en los últimos tres años y medio. Italia paga así la filosofía
alimentada durante muchos años por el que fue ministro de Economía,
Giulio Tremonti, en gobiernos de Silvio Berlusconi: «Con la cultura
no se come». Contrasta poderosamente tal pobreza cultural en la celebración
del bimilenario de un emperador que fue un hombre de cultura y un excepcional
precursor del uso de la cultura en política. El escritor y arqueólogo
Umberto Broccoli señala: «Augusto creó el círculo de Mecenate (Mecenas),
que era su consejero predilecto, y Mecenate reunió y protegió a los
más importantes hombres de letras de la época: Ovidio, Virgilio, Horacio
y Properzio. Augusto había comprendido todo: tenía a su servicio
los mayores intelectuales de su tiempo».
«Fue un constructor»
Aunque Augusto fue un emperador
de grandísimo relieve, aparentemente no ha tenido la fama o fascinación
que ha rodeado a otros personajes en la historia antigua de Roma.
Broccoli ofrece esta explicación: «Augusto tiene una biografía poco
novelesca, en comparación con Calígula, que era un loco; con Nerón,
que no lo era pero ha pasado como tal; Julio César, que era su tío y padre
adoptivo, era un gran conquistador, y alrededor de ellos giran episodios
propios de Hollywood como el caballo hecho senador o el incendio de
Roma. Augusto era otra clase de persona: era tímido y de mucha sustancia;
fue un emperador de paz y no de espectáculo; no fue un conquistador,
sino un constructor».
Roma refleja el gran legado de Augusto. Él dijo
que había encontrado una ciudad de madera y que la restituyó de mármol.
Es cierto: la embelleció y transformó completamente. Augusto hizo
construir templos, plazas y mejoró el sistema urbanístico. Augusto
quiso representar el espíritu de la virtud y las leyes, y tener relación
con la plebe y los ciudadanos más desfavorecidos, a los que ayudó. Tenía
todo el poder, pero más que un autócrata fue el primer funcionario
del Estado. Aquí seguramente está el secreto de Augusto: para mantener
el poder hay que utilizarlo con sobriedad
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